sábado, 30 de junio de 2007

CARTA AL PROFESOR JUAN J. YUNIS

Bogotá, 25 de junio de 2007

Respetado profesor Yunis

Expresa usted en su comunicación preocupación por los términos de nuestra declaración. No alcanzo a identificar en ella términos que puedan en sí conducir a “enfrentamientos” (entendiendo por tales lo que se suele entender en la Universidad Nacional cuando se utiliza esta palabra: enfrentamientos violentos). Muy por el contrario, se señala expresamente que “no toleraremos bloqueos ni medidas de fuerza”, medidas sí estas últimas que, por su naturaleza, podrían predisponer a algunos a asumir e incluso justificar una reacción también violenta. Pero nuestra comunicación NO establece diferencia alguna entre lo injustificable de una acción violenta y lo presuntamente justificable de una correspondiente reacción asimismo violenta. En ausencia de esta u otras distinciones o excepciones, el juicio mediante el cual la declaración expresa la no tolerancia a las medidas de fuerza tiene, lógicamente hablando, un alcance UNIVERSAL. Se sigue, en consecuencia, que quienes firmamos la carta tampoco estamos dispuestos a ejercer alguna medida de fuerza como reacción: estarlo sería tolerarla para nuestro caso y entrar así en contradicción con lo que en la declaración expresa inequívocamente en forma universal. ¿Requiere el profesor Yunis que lo anterior se exprese en forma de un elemental silogismo? Quizá no.

Pero tal vez tenga Ud. problemas con entender lo que significa éticamente hablando un imperativo de carácter universal y categórico. En tal caso lo invito a releer el mensaje que le ha enviado el profesor Botero a propósito de su comunicación. Allí se explica con toda claridad qué significa un rechazo universal, categórico, incondicional a los bloqueos a diferencia de un rechazo particular, hipotético, condicional como el que Ud. parece suscribir cuando dice que los bloqueos son “inconvenientes”.

Dado que Ud. no indica cuáles son los términos preocupantes de la declaración, no queda otra opción que intentar adivinarlo. Tal vez la expresión “no tolerar” le produce a Ud. cierta irritación. Sobre su irritación no quisiera pronunciarme pero sí sobre el significado del término tolerar el cual se ha usado en su sentido corriente y no en algún sentido técnico o extravagante que se le quiera imputar acomodaticiamente. Según el Diccionario de la Real Academia “tolerar” significa: “1. Sufrir, llevar con paciencia. 2. Permitir algo que no se tiene por lícito, sin aprobarlo expresamente”. ¿Qué es lo que tendría que llevar a enfrentamientos cuando se abandona respecto de actos violentos una actitud como la que se describe en estas palabras? Tomemos tan sólo la primera de estas dos acepciones para no aburrir además con la segunda. Si se está decidido a dejar de sufrir algo con paciencia, por ejemplo, con la pasividad con la que Job aceptaba sus desgracias como designio divino: ¿pasa uno acaso automáticamente a una actitud asimismo violenta? Estar dispuesto a dejar de padecer paciente y pasivamente (valga la triple redundancia) algo, podría significar simplemente estar dispuesto a hacer algo. Bien podría ser esto lo que suscriben los firmantes de la declaración. ¿Y es acaso ya el hacer o el actuar como tal (a diferencia del padecer) un ejercer violencia? ¿Es acaso todo acto violencia? Creo que esto sería ejercer suma violencia sobre las palabras cuando no sobre los conceptos. Si pudiese decirse que el profesor Yunis dijera, por ejemplo, que no tolera que se atente contra la universidad pública, ¿está con ello el profesor Yunis dando un paso hacia la confrontación o incitando a ella? Seguramente no. ¿Por qué pensar entonces que los firmantes sí lo estarían haciendo? ¿Acaso porque los unos son los unos y los otros somos los otros?

De otro lado, usted nos invita a defender académicamente una postura compartida como lo es la del rechazo (condicional o incondicional) a los bloqueos. Déjeme decirle profesor, que no es muy claro para mí qué entiende usted por “defender académicamente”. Si ello se refiere a hacer uso de los argumentos, puedo señalarle que yo, como muchos de nosotros, también lo hemos hecho, aunque no en los mismos espacios que usted ha empleado. Del hecho de que usted no nos haya visto haciéndolo porque no los frecuenta, no se desprende que no lo hayamos hecho. Se trata simplemente de opciones distintas que hemos escogido por una u otra razón y que nos destinan a otros espacios de diálogo absolutamente válidos en una Institución como la nuestra.

Me pregunto, sin embargo, cuáles han sido los resultados de asumir una defensa puramente académica o argumentativa de la posición de rechazo a la violencia. Se trata de una metodología adoptada para evitar ciertos tipos de acciones y yo entendería que el valor de tal metodología se mide por su grado de eficacia. Sé que algunas de las personas que se encuentran en cargos directivos, al igual que ustedes y algunos de nosotros, hemos venido tratando de demostrar, aunque con énfasis distintos, las consecuencias negativas de los bloqueos en nuestra Universidad. La eficacia de estas demostraciones ha sido nula. Los representantes profesorales no han logrado nada, las directivas y los profesores rasos tampoco. En esta ocasión, como ya en otras, las comunicaciones escritas de Departamentos, Facultades, Consejos han probado nuevamente su triste inefectividad en lo que atañe a su rechazo condicional o incondicional de los bloqueos. Tras de lo cual todo compromiso fenece juzgándose a continuación válido quedarse trabajando en casa.

¿No ve usted entonces cierto cinismo, involuntario claro, en su invitación a persistir con exclusividad en algo cuya ineficacia Ud. ha experimentado recientemente en carne propia? Ud. nos informa, en efecto, que: “En particular, la representación ha hecho muchos esfuerzos discutiendo [el destacado es mío] con Estudiantes y Trabajadores sobre la inconveniencia de los bloqueos […]”. Pero no concluye usted lo que de allí se desprende al compararse los grandes esfuerzos con la triste persistencia de los bloqueos de los que, dicho sea de paso, aún hoy se teme justificadamente que retornen una vez regresemos de vacaciones. ¿A quién estamos sirviendo al mantenernos con una actitud que ha probado suficientemente ser inocua?

Así pues, con premisas semejantes a las que Ud. enuncia en su comunicación. Algunos profesores, después de evaluar juiciosamente la inocuidad de restringirse enteramente a tales o cuales actos de habla, hemos optado por una posición distinta a aquella a la que Ud. nos invita, convencidos eso sí de que el universo de los actos no se agota en una falsa dicotomía (¿académica?) entre actos de habla y actos de violencia.

Cordialmente,

Julia Marlén Baquero Velásquez Profesora Asociada Departamento de Lingüística jmbaquerov@unal.edu.co

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